miércoles, 26 de octubre de 2011

Ocho

Gracias a dios, todos los santos, las vírgenes, Parfait no estaba en la escalera. Así que, más calmada, fuí hasta el aula 406. Abrí la puerta del aula y ahí adentro había más de treinta alumnos clavando sus ojos, sobre mi. Sin contar los ojos azules, de mi profesora. 
— ¿Sabe que hora es señorita? —Preguntó la profesora, acercándose a mi.
—Si profesora, lo lamente enserio—le pedí disculpas—. Es que soy nueva, y es demasiado grande esta escuela, y me perdí. 
—De acuerdo alumna, puede tomar asiento. —me dijo la profesora sonriendo. 
Me senté en el último banco a la izquierda, del lado de la pared. Ese lugar me encantaba, ya que todo el mundo es muy chismoso, para mirarme de mala gana se tenían que dar vuelta, y encontrarse con mi mirada. Pero supongo que nadie quiere encontrarse con la mirada del otro cuando lo esta mirando, a excepción de el por supuesto. Cuando miré para la izquierda, en el banco de la otra punta, o sea, el último del lado derecho, estaba Parfait. El al verme me miró de una manera algo extraña, lo único que hizo, fue juntar sus útiles y libros y esperar hasta que la profesora se de vuelta, para correr y sentarse alado mio.
— ¿Cómo hiciste eso? —dije pero él lo que hizo fue correr la silla y sentarse al lado mio
— ¿Y tú como hiciste eso? —preguntó y yo no entendía.
— ¿De qué hablas? —le dije, todo en susurro.
—Si, ¿cómo haces para ser dulce y divina y al otro instante ser maleducada y odiosa?
— ¿Perdón? —dije algo molesta por como me había hablado.
—Si, no te hagas la tonta, sabes perfectamente a de que hablo 
—No, sinceramente no lo sé. —le contesté, aunque creo que hablaba de lo de recién en las escaleras.
—De acuerdo, te refresco la memoria—dijo muy molesto—. Primero sos amable y dulce conmigo en la clase de psicología y después de haber estado con Hill, me tratas horrible.
— ¿Conoces a Chris? —le pregunté,
—Por desgracia si, y sé que no es buena compañía.
— ¿Y tú si? —pregunté molesta. —Aunque sea, cuando estuve con Christopher, a mi nadie me amenazó. —Cuando dije eso se giró mirándome fijamente, yo por dentro me quería morir. No tenía que haber abierto mi gran boca.
— ¿Quién te amenazó? —preguntó con enojo
—Nadie, deja todo ahí. —le pedí, tratando de prestarle atención a la profesora.
—No, claro que no dejo nada ahí, dime de que hablas.
—Parfait... —me interrumpió.
—Cuéntame o armo un escándalo aquí mismo preguntando quién te amenazó— me dijo clavando sus ojos verdes en los mios—. Soy capaz de hacerlo. —dijo y en ese momento se puso de pie.
Con mi mano derecha lo tiré, haciéndolo sentarse denuevo.
—Tu hermano, el morocho.—le dije en un susurro.
— ¿Lander? —
—Cómo sea, me da lo mismo.
—Dime que te dijo.—.
—Nada importante, Parfait... —me interrumpió
—Por favor, dime que te dijo. —cuando dijo eso, me miró a los ojos de una manera tan etraña que todo lo que pude sentir era paz, fue algo muy extraño, que jamás en la vida me pasó. Pero era así como me sentía.
—Ustedes dos discutieron, y yo escuché parte de la conversación—se le notó el nerviosismo que tuvo cuando le dije eso—. Y cuando me vió salir de detrás de los casilleros, me preguntó enojado si había escuchado, y obviamente, le dije que no.
—De acuerdo, yo hablaré con él—Dijo—. Ahora dime que escuchaste.
—Solo gritos, y algunas palabras sin sentido, sinceramente no entendí absolutamente nada de lo que dijeron. 
—Bueno. 
Después de decir eso, en la hora y media que quedó de clase no volvió a decir nada mas. Vi que se encontraba muy pensativo, pero no en la clase. De vez en cuando, podía sentir su mirada sobre mi. Pero trataba de no darle importancia, ya que si hablaba, este iba a volver a sacar el tema de su hermano.
Sonó el timbre del recreo. El sonido más hermoso para un alumno. Después de que el timbre sonara fuí al aula de arte, ya que a partir de las seis de la tarde, la profesora Castañeda, estaba en el aula. Así que apurada, sin dejar pasar a nadie primero por la puerta, salí yo. Tenía tres motivos: el primero: no quería hablar con Parfait. Sabía que si le "chau", algo iba a decirme y no tenía ganas. El segundo: tengo que ir a buscar a mi hermano, que sale diez minutos después que yo, para irnos a casa juntos. Tercero: tengo que hablar con la profesora y preguntarle si me puede dar clases extracurriculares. 
Llegue al aula de arte y lo encontré con muy pocas personas. 
—Buenas tardes, soy Valentina Castañeda, ¿usted, es? 
—Un placer conocerla, soy Romance Romero, y quería averiguar sobre la manteria.
—Ay que alegría una nueva alumna, es una tragedia saber que los adolescentes no se preocupan ni les interesa el arte—dijo la mujer—. Las clases son tres veces por semana, lunes, miércoles y viernes, después de que terminen las clases, dos horas. Eso si, cuando tengamos que hacer la escenografía para las obras de teatro o alguna exposición de arte, vamos a juntarnos los sábados a la tarde, y los sacaré de clase.
Todos parecíamos felices, ya que los cinco que estábamos ahí, incluyéndome a mi, amábamos el arte.
—Hoy por supuesto no empiezan las clases—dijo la profesora, agarrando unos papeles de su escritorio—. Pero el miércoles, los que de verdad quieran estar en el curso, tienen que traer esto completo, firmados por sus padres y por ustedes.—Nos dió unos papeles.
Todos se fueron y yo saludé a la profesora, quien me dió un beso en la mejilla muy feliz, diciendo que este año íbamos a ser más que el año pasado. Todo por mi llegada y la de otro chico más, que en este momento no se encontraba allí.

Siete

Empezó mostrandome el colegio por afuera.
—Bueno este es el patio general, acá pueden estar los chicos de primer grado, hasta los de último año—me dijo, mostrándome el patio—. Acá siempre se ve a los chicos que juegan Basket Ball con sus novias, y te recomiendo que si no queres descomponerte, en el recreo largo no vengas.
—Gracias por la recomendación.—le dije riéndo.
—De nada. —dijó sonriéndome, estaba coqueteando conmigo.
Entramos a una parte del colegio
—Esta parte es la de primaria, así que mucho interés no tiene, pero allá—dijo señalando frente a nosotros—. Ése es el salón de teatro y alado, el salón de arte.
— ¿Arte? ¿Aquí se pinta?
—Claro, la señora Valentina Castañeda, es la profe de arte—me dijo Chris, abriendo las puertas del salón de arte 
Parecía una exposición de arte. Las paredes estaban pintadas de blanco. Había taburetes y frente a estos un trípode . En el lado derecho, todos los asientos, tenían una mesa muy chica a la misma altura que el banquito, donde había pinturas, pinceles, lápices y crayones
—Es precioso—dije sentándome en uno de los taburetes.
—Es una actividad extracurricular, puedes anotarte si quieres.
— ¿Enserio? ¡Si claro, obvio que me anotare! —dije feliz de la vida, aunque sea con esto, estaría más tiempo lejos de mi casa.
—Vaya, eres artista—me dijo Christopher.
—Jajaja, se podría decir que si. 
— ¿Hace cuanto? 
—Hace más de diez años—le conté, cruzandome de piernas—. Mi padre se dio cuenta que no era un capricho que me pasara todo el tiempo dibujando y bueno, me llevó a una escuela de arte.
—Vaya, que impresionante, se nota que te gusta.
—Claro, vivo para la pintura—dije sonriendo—. Cuando crezca quiero ser una famosa pintora.
—Y lo vas a ser. —Dijo—.Pero ahora señorita, usted está dando un paseo conmigo, y le tengo que mostrar toda la escuela.
—Claro.
Salimos del aula y me siguió mostrando la escuela.
Después de todo el recorrido tocó el timbre para volver a clase
—Tengo física.—le dije.
—Yo tengo Español, entonces, te veo después.
—Claro, adiós Chris.—lo saludé con un beso en la mejilla.
—Adiós Romance, fue un placer haberte conocido. —cuando dijo, me miro con una mirada tierna.
Empesé a caminar hasta llegar al tercer edificio, donde tenía que buscar la clase de física. Pero como era de esperarse, no encontre la clase y me perdí como siempre. Así que cansada después de haber estado veinte minutos caminando, me senté en el segundo escalón de la escalera, y crucé mis piernas junto y también mis brazos.
Me quedé en esa posición tarareando una canción que había escuchado en la radio. Así que así estuve, cantando  la única parte que me sabía, que era el estribillo.
—Cantas muy lindo—. Dijo una voz atrás mio, y mi corazón se paro por unos segundos.
— ¿Qué haces aquí? 
—Nada, al igual que... tú. —Dijo, sentándose a mi lado.
—Por favor, vete. —le pedí, acordandome de su grandote hermano.
— ¿Por qué estas tan enojada? —dijo sin comprender, y hasta un poco dolido.
—Por... nada—dije nerviosa, parándome de la escalera—. Pero yo... debo irme. 
Después de esa conversación, en la que mi nerviosismo era tan notable, fuí hasta la secretaría donde la señora me dijo donde quedaba el aula de física. Estaba en el cuarto edificio, eso quería decir que tenía que pasar por el tercero, y si me encontraba con Parfait, me iba a morir ahí, no solo del miedo por su hermano, si no de la verguenza. Aparte nose porque me habla y se me acerca. Ni siquiera lo conosco, solo habíamos hablado una vez y fue en clase, y solo por obligación. Capas que intentaba coquetear con migo. Debe pensar que no quiero nada con el. Pobrecillo, si supiera que estoy a sus pies desde que lo vi

martes, 25 de octubre de 2011

Seis

Me quedé completamente shokeada y lo peor es que no se por qué. La verdad es que ver esa pelea me dejó algo pensativa. Primero porque no tenía idea de qué estaban hablando, segundo , porque una chica "sueña" las cosas que van a pasar, y tercero, serían tal vez... ¿celos? Jajaja, claro que no. Yo no puedo estar celosa porque mi compañero de clase guste de una completa desconocida. Pero no comprendí el fin de la pelea, ni porque se estaban peleando, ni nada. Así que, con todo el dolor, traté de olvidarme de todo, o me iba a volver completamente loca. Caminé por el pasillo para dirigirme al patio y sentarme otra vez sola, pero en ese momento, un chico de unos veinte años o más, apareció de sorpresa y se puso delante mío. Su cuerpo era enorme, con su cabello negro, unos ojos muy celestes y unas finas cejas. Sus facciones eran muy marcadas, tenía un par de pecas, pero, más allá del miedo que daba, era extremadamente bello. Hasta podría decir que era un ángel perdido en la tierra, si no fuera por como me mira. Pareciera que esta a punto de comerme
— ¿Escuchaste? —Preguntó groseramente, con sus ojos clavados en los mios.
— ¿A qué te refieres? —Pregunté haciéndome la tonta y mintiéndole.
—Mejor así, si me entero que andas muy cerca de mi hermano, lo vas a pagar caro.
Dijo eso, y el maleducado morocho se retiró sin decir nada mas, mientras que yo trataba de tranquilizarme. Con el poco aire que me quedaba, ya que lo que más deseaba en el mundo es poder salir corriendo de allí, caminé hasta el patio, donde me senté lo más alejada de todos, y más que nada del morocho, que me miraba amenazante. Y cuando su mirada se juntó con la mía me dio un miedo terrible, hasta que una chica, de cabello castaño oscuro y flequillo y de una estatura media, pero comparándola con el, era una miniatura, le pegó en el brazo y el se rió con burla.
No quería encontrarme más en la ecuela, no se si era por el miedo a este chico, o porque me sentía extraña junto a su hermano, pero la verdad es que este había sido el más extraño y peor día de clases de toda mi vida.
Así que, con cansancio, me dirigía a mi siguiente clase, Historia. Como en todas las demás materias, la profesora María Luisa Morrison, nos contó de lo que se iba a tratar la materia este año: Europa Occidental.
 
—Vamos a empezar con España, así que vamos a hacer un trabajo práctico donde los grupos los armo yo—todos comenzaron a quejarse—.Ya, ya, cálmense. —pidió la profesora, mientras agarraba una libreta de color verde agua y una lapicera. 
—Barrymore, con la señorita Dragon.—empezó a decir la profesora, y a mientras que ella decía los grupos, los alumnos se iban parando de su lugar y se dirigían donde estaba su compañero.
—Señorita Romero, usted es nueva. —me habló la señora, con una sonrisa—. Bienvenida al Truman Collage.
—Muchas gracias. —le dije.
—Bueno su compañero va a ser el señor Christopher Hill.
Cuando dijo el nombre de mi compañero, un chico de pelo castaño se acercó a mi. Su cuerpo era perfecto. Tenía unas facciones dulces y suaves, con una piel blanca como la nieve y si me hubiera animado, le hubiera tocado la piel para ver si era suave como me la imaginaba. Medía una cabeza y media mas que yo y tenía unos enormes ojos celestes. Su boca era chica igual que su nariz.
—Hola Romance—me saludó el chico, que tenía la voz grave de hombre—. Soy Christopher, pero dime Chris.
—De acuerdo, tú dime Ro o como quieras. —le dije, mirandolo como idiota, pero el se dió cuenta de que lo miraba y corrí de inmediato, avergonzada.
—Bueno Ro, comencemos a trabajar. —Dijo mi compañero de banco, agarro un libro de historia y comenzó buscando por el índice. Así que yo agarre el otro libro e hice lo mismo.
Comenzamos a hacer el trabajo práctico. Las dos horas fueron algo aburridas pero con Chris pudimos terminar la tarea y luego de que le dimos el trabajo a la profesora el timbre sonó y todos los alumnos se fueron a recreo que duraba diez minutos. Salí del aula y estaba llendo hacia el patio de la escuela pero en ese momento sentí un brazó tomándome por la cintura y me quedé pegada a su cuerpo. Al ver su cara a centímetros de la mía, sentí que mi sonrojaba, y mucho. Pero luego de unos segundos, nos separamos.
—Emm... Lo siento, es que te estaba llamando y tú no me escuchabas.
—Jajaja, si, si. No hay problema. —Dije tan nerviosa como él.
—De veras, Romance. No quise, yo, de verdad no... —Lo interrumpí
—Tranquilo Chris, ya entendí
—Gracias. —dijo avergonzado
— Dime.
— ¿Decirte qué? —Dijo confuso.
—Lo que me ibas a decir, por lo que me llamabas. —le dije riendo.
—Claro, claro—susurró rojo como un tomate—. Te quería decir, ya que eres nueva, si no quieres estar conmigo y te llevo a recorrer la escuela o lo que tu quieras. —Me dijo, sonriendo.
—Por supuesto, me encantaría—le respondí, sonriendo—. Es bueno estar con alguien, y que no me ignoren.
—No, claro que no, yo jamás te ignoraría—Dijo ahora serio—.Bueno, ¿vamos?
—Vamos. —Dije caminando a su lado

Cinco

Traté de evitar su mirada y me fui a sentar al fondo de la clase. Y en ese momento entró la profesora de Psicología.
—Hola chicos, mi nombre es Ana Marinovic, soy licenciada en psicología. La psicología es una parte de la medicina, desde mi punto de vista la más linda, y espero que les guste.
Dijo para luego sentarse detrás de su escritorio. La mujer tenía entre unos cuarenta y cinco y unos cincuenta años. Su cabello color negro en corte carré muy lasio dejando a la vista sus ojos castaños. Su piel era de color caramelo.
—Bueno chicos, el primer trabajo práctico del año va a ser el comportamiento de los adolescentes. —Dijo la mujer caminado por el pasillo.
—Lo que quiero que hagan es comparar los adolescentes de la actualidad y de hace cien años. El trabajo va a ser de la rebeldía adolescente, la forma de hablar y de vestir.
Todos nos quejamos, primer día de clases y ya tenía: un profesor en contra, una profesora alabándome frente a mis compañeros, y un trabajo práctico. Esto no pasaría en la escuela de Nevada.
—Los grupos los voy a hacer yo, esto va a ser a la azar. —Dijo la profesora agarrando una libreta y empezó a preguntarnos nuestra fecha de cumpleaños.
—Amanda Roger, ¿su fecha de cumpleaños? —Dijo la profesora.
—El dos de abril.
—Su compañera va a ser la señorita Langer. —Dijo la profesora. —Su fecha de cumpleaños la sumo o resto, depende, con el número que cada uno tenga en la lista de alumnos.
Todos asentimos y así comenzó a hacer los grupos , algunos estaban disgustados por la persona con la que tenían que hacer pareja y otros estaban felices. En un momento me dice.
—Romance Romero, ¿fecha de cumpleaños?
—El quince de agosto. —Contesté mirando a la profesora.
—Compañera con el señor Parfait Aimer. —La profesora lo nombró para luego señalarlo. Cuando me di vuelta vi al chico que me estuvo observando desde que llegé. ¿Algo peor tendría que pasarme? El muchacho, caminando despreocupado, se sentó alado mio
—Hola mi nombre es Parfait Dieu Aimer, ¿tú...?—Dijo con una sonrisa.
—Me llamo Romance Romero. —Le dije, mirándolo de pies a cabeza. Sin mostrar mi nerviosismo
—Bueno, comencemos a trabajar.
Agarro una hoja y con una perfecta letra escribió mi apellido y luego el suyo, el título del trabajo, la fecha y el nombre de la profesora
—Los adolescentes de hace cien años eran completamente diferentes a los de hoy, ellos tenían que estudiar obligatoriamente en la escuela militar, las mujeres tenían que ser amas de casa. La presión que se ejercía en ese momento por las familias de cada uno y por la sociedad era muy altas, dado que el prestigio del apellido y el futuro dependía de ellos.
—Vaya, hablas como si los conocieras o hubieras vivido en ese momento. —Dije asombrada.
—No, claro que no. Pero eh leído y mucho. —Respondió riéndo.

Hablamos y escribimos y luego de dos horas, las que dura la clase, terminamos el trabajo práctico, el cual debía ser entregado hoy. Fuimos el primer grupo que terminó, ya que algunos estuvieron hablando y riéndo de cosas sin sentido. En cambio Parfait y yo, estuvimos trabajando. Como entregamos antes de que termine la hora, quedaban diez minutos para que toque el timbre del recreo, Parfait quizó romper el silencio que había.
—Tu nombre es extraño, jamás lo había oído.—Dijo, escribiendo algo sin sentido en una hoja de carpeta.
—Es inglés, pero de origen francés—le conté, mirado frente a la clase— Romance significa novela romántica.
—Muy hermoso y ¿tú crees que vives en una novela romántica?
—Jajaja, no claro que no.—le respondí nerviosa—Y tu nombre... ¿Qué significa? — Dije mirando lo que había hecho en la hoja un símbolo muy extraño.
—Es francés, y estoy seguro que mi nombre no tiene nada que ver conmigo.— Dijo riéndo.
— ¿Por qué? ¿Qué significa?
—Perfecto amor de dios, mi madre pensó que así iba a estar menos en deuda con dios, o algo por el estilo—Explicó —.Creo que exageró un poco conmigo, dado que todos mis hermanos tienen un nombre más común que yo.

—O sea, que solo tú tienes un nombre religioso.
—Así es, solo yo.
—Bueno chicos, vayan entregando los trabajos que ya va a... —El timbre la interrumpió—.Entreguen los trabajos, chicos.
Todos salimos del aula a el próximo recreo, este era más largo ya que se podía ir al buffet y comer algo o descansar después de cinco horas de clase. Así que yo fui, primero que nada, a mi casillero y coloqué los libros que ya había utilizado, y saqué los libros y cuadernos que necesitaba, ya que tenía historia y después física. Cuando estaba cerrando el casillero escuché unos gritos que me sobresaltaron, ya que todo el pasillo se estaba en silencio, porque los alumnos estaban en el patio o la cafetería. Así que, como no quería participar de una pelea el primer día de clase, me puse al costado de los casilleros de los alumnos, donde no era visible para los recién llegados. Allí pude ver que alguien golpeaba algo contra una pared, y vi a dos chicos discutiendo. Uno de ellos era Parfait
—Arely lo vió, así que aléjate de esa chica. —Dijo el otro chico que yo no conocía.
—Por favor, Arely vé millones de cosas, y casi nunca son ciertas.
—Tiene esos sueños extraños, pero cuando son de esa intensidad siempre ocurren además...
— ¿Además? —Dijo Parfait con voz dulce
—Además esa niña también tiene los mismos sueños de Arely.

— ¿Quién lo dijo? —preguntó Parfait
—Ella, dijo que vio en un sueño que "la nueva" le contaba lo que había soñado contigo.
—Por favor, son puras tonterías de nuestra hermana, no creas esas mentiras.
—Sabes perfectamente que lo que ella sueña no siempre es cierto o son indicios de lo que va a suceder, pero ella esta angustiada, y la última vez que pasó eso fue...
—No lo digas.—Dijo Parfait triste
—No lo digo, de acuerdo, pero entonces sabes a lo que me refiero, aléjate de la muchacha.
—No lo voy a hacer, solo porque la "adivina" lo dice. —Después de decir eso se escucharon pasos alejarse y con miedo, saqué la cabeza de mi escondite y pude ver a Parfait alejándose junto a un chico de pelo negro

Cuatro

—Señorita Romance, veo que usted está muy avanzada para esta clase. — Dijo la profesora de español
—No, claro que no profesora. —Respondí, tratando de que no me cambiara de clase.
—Habla perfecto, y utiliza palabras muy complejas. —Mientras nosotras dos hablábamos, todos los estudiantes se daban vuelta y nos miraban.
—Lo que pasa es que mi padre es descendiente de mexicanos, y me ah hablado desde que nací en Español, es solo eso. —Ella asintió y se fue a sentar a su escritorio.
En toda la clase, sentí esa sensación que alguien me estaba mirando, traté de no darle importancia, ya que era la “nueva” y todo el mundo me estaba mirando. Pero era un sentimiento extraño, dado que era una mirada en especial la que estaba clavada en mí. Quise darme vuelta más de ochenta veces en toda la clase, pero fui fuerte, para no parecer una tarada.
El timbre sonó, y todos los alumnos salimos al primer recreo. Fuí, ya que no tenía con quien estar, a sentarme a unos bancos de afuera. En ese momento, sentí nostalgia y melancolía. Ya que era así como pasábamos Amy, Alex y yo el primer recreo de clases, juntos a fuera de la escuela. Y no tenerlos se me estaba haciendo más que difícil.
Otra vez, volvió esa sensación de ser observada. Y para ser sincera me estaba molestando, juro que si la cordura se me fuera gritaría. Pero gracias a dios, seguía presente en todo mi cuerpo, porque si yo hago eso, no solo me cambio de escuela, si no de país.
Todo el recreo me la pasé exclusivamente sola. La verdad la soledad es una sensación horrible, ahora comprendo por qué la gente que se siente así se suicida, pero claro, mi soledad no era tan grande para llegar a eso. Quisiera preguntar algo ¿Alguna vez vieron ese reality donde unas cuantas personas viven encerrados en una casa y los filman las veinticuatro horas del día? Bueno, yo me sentía así. Sentía que desde que llegué a la escuela, una cámara se había encendido solo para grabar cada detalle de mi patética y solitaria vida.
Tocó el timbre y fuí a mi clase de matemática, esta materia la tenía dos horas hoy. Esto iba a ser una tortura. Para ser sincera, odio matemáticas, juro que me confundo hasta en las tablas y en las divisiones más fáciles. Es una verguenza lo sé, pero detesto esta materia. Entré al salón y sentada derás del escritorio se hallaba la profesora:
—Claudia Perticaro, soy la profesora de matemática. —Se presentó frente a nosotros. —Este año vamos a ver lo mismo que el año pasado y los anteriores. La mujer de unos cuarenta años, mientras hablaba caminaba por el salón. Sin ofender pero... ¿no iba a crecer más? Debía medir un metro cuarenta y algo. Sus ojos sobresalían de su cara redonda, de color chocolate. Tenía unos bucles marrones que le llegaban hasta por debajo de los hombros. Estaba vestida de traje. Y ella hablaba, y hablaba. Así, nos tuvo las dos horas. Contándonos a todos los estudiantes lo que quiere hacer en la materia, la forma en la que evalúa, la forma en la que quiere los trabajos prácticos, y como nos comportamos en clase. Sonó el timbre del segundo recreo. Fuí al patio, sola como siempre.

Esa sensación espantosa volvió a mi, y esta vez supe lo que en verdad estaba pensando. No era una simple sensación de persecución, no es que ayer a la noche me había quedado mirando programas policiales, o leyendo algún libro sobre eso. Un muchacho, de un metro setenta, estaba apoyado contra la columna del patio de la escuela. Estaba vestido con el uniforme.  Su mirada era verde y profunda. Su cabello era castaño cortado muy varoníl pero a la vez, nada modernoso. Este me miraba fijamente, y continuaba en la misma posición aunque yo haya clavado la vista en él. El muchacho de unos diciséis o dicisiete años, continuaba miráandome, pero de un momento a otro, dos hombres aparecieron junto a una chica de mi misma edad o más, y se lo llevaron. Sin que yo supiera porque me miraba de esa forma.
Que gente extraña, pensé. Desde cuando una persona mantiene la mirada fija en uno, cuando la otra persona lo ve, es una falta de respeto, acá o en cualquier lado. No darle importancia aquello y fuí hacia el buffet de la escuela. Me compré un Coca-Cola y un sandwich. Me senté en el patio de la escuela, en una mesa muy alejada de todos y en ese momento, volví a encontrarme con el perfecto muchacho que me mirabat. El chico me miraba serio, como si esperara a que yo me acerqué o algo por el estilo. Pero de un momento a otro mi celular comenzó a sonar sacándome de mis pensamientos.
— ¿Qué quieres? —Dije de mala gana, y pude ver al chico misterioso con una media sonrisa.
— ¿Así tratas a tu amiga que te extraña tanto y está preocupada por ti?
— ¡Ay Amy! Mi amor, no sabes lo que te extraño
—Yo también Ro, ¿pero por qué tan mal humor? —Dijo pensando en como le respondí el teléfono.
—Es que no hablo con nadie, estoy más sola que un perro y encima tengo a un chico enfrente mío y me mira desde hace horas. Desde que empezaron las clases.
— ¡Gusta de ti, tonta! —Dijo emocionada.
—Claro que no, si gustara de mi, habría venido a hablarme. —Dije mirándolo de reojo, y el seguía con su mirada clavada en la mía. —Además me mira fijo y cuando lo miro yo también no se siente avergonzado ni nada por el estilo, todo lo contrario. Sigue mirándome.
—Como digas, para mi gusta de ti. ¡Ay Romance ya estas rompiendo corazones!
—Claro que no, él jamás se fijaría en mí.
— ¿Por qué? —
—No es la clase de chicos que se fija en mí. —Dije mirándolo disimuladamente.
— ¿A qué te refieres? —Preguntó sin comprender.
—Es precioso de donde lo mires, es el típico novio de la capitana de las porristas. No lo puedes saber hasta que no lo veas.
—Digamos bulgarmente ¡Se parte! —Dijo y yo reí
—Digamos, que bulgarmente, si.

—Lo sabía, pero el se puede fijar en ti. Eres hermosa.
—Lo dices porque eres mi amiga, pero la gente no me ve así y menos él.
— ¿Estas reconociendo que te gusta?—
—Claro que no, sólo dije que es lindo. Nada más.
—Si claro...
En ese momentó tocó el timbre y todos los alumnos comenzaron a irse.
—Amy me tengo que ir, te quiero amiga
—Yo también y ve a estudiar mucho y a conquistar a tu príncipe.
— ¡Ay cállate! Y saluda a Alex por mí.
—De acuerdo, adiós.
Me dirigí a mi salón y parecía que la suerte no estaba de mi lado. En la puerta me encontré con el chico misterioso, cuando me vió me sonrió. Yo no le devolví el gesto, estaba demasiado shokeada. Primero me mira con todo el descaro del mundo. Después me sonrié y me trata como un caballero. ¡Por dios en Chicago están todos locos! 

Tres

—Vamos chicos, van a llegar tarde a su primer día de clases.
Yo me puse los zapatos, y me recogí el pelo hacia el costado. Tomé mi bolso, y lo puse sobre mi hombro. Salí de mi cuarto, cerrando de un portazo, y me encontré con mi hermano ya cambiado, con el ridículo uniforme.
—Están hermosos. —Dijo mi madre, besando la mejilla de Román y luego la mía.
—Vamos Román, llegamos tarde. —Le dije a mi hermano, empujándolo hacia la puerta. Salimos los dos, y bajamos por el ascensor. La escuela queda a un par de cuadras del departamento.
—Tranquilo, Ro. Va a ir todo bien.
—Lo se, pero ¿Qué pasa si...?
—No va a pasar nada, porque todos tus compañeros son nuevos y no se conocen, así que hoy, todos van a estar igual que tú.
—Gracias, Romance ¿Y tú? ¿Estás nerviosa? —Preguntó mirándome.
—Un poco, bastante... Todos mis compañeros si se conocen, es distinto.
—Tú eres muy divertida, vas a hacer amigos rápido.
—Gracias, Román.
Después de caminar las doce cuadras que hay desde la casa al colegio, llegamos a la escuela. Al entrar vi que todos los alumnos estaban ingresando, o nada más reencontrándose con sus viejos compañeros después de las vacaciones. Sinceramente mi ánimo descendió completamente, al recordar que yo ahora estaría criticando a las más populares y engreídas de la escuela junto a Amy. Decidí entrar a la escuela, así primero dejaba a Román en su salón y luego me iba a buscar mi horario de la escuela.
—Te pido solo por favor, que no me dejes en la puerta. —Dijo Román, nervioso.
—Mamá me dijo que lo haga.
—Por favor, Romance. Van a estar mirándome todos los chicos.
—De acuerdo, pero pórtate bien. —El asintió y me saludó con la mano mientras salía corriendo por el pasillo hasta llegar a su aula. Sé que le irá bien.
Caminé por los pasillos de toda la escuela buscando la oficina de secretaría, donde me darían mis horarios y las materias extra curriculares. La verdad, este colegio sí que era grande, muchísimo más de lo que era el mío en Nevada, y claro, allá vale más que el casino sea grande, que la escuela. Encontré secretaría, y al abrir la puerta, me encontré con una mujer, de unos sesenta y pico de años, cabello rubio y ojos celestes detrás de unas enormes gafas.
—Ho-Hola… Soy Romance Romero. —Dije acercándome hacia el escritorio.
—Buenos días.
—Soy nueva, y quería…
—Tus horarios y demás. —Yo solo asentí y me senté en una de las sillas del lugar, mientras la mujer, buscaba mis papeles.

—Aquí tiene, señorita Romero. —Dijo dándome unos papeles doblados por la mitad.
—Gracias. —Con algo de vergüenza o... Ni yo misma lo sé, salí de la oficina buscando mi primera clase, que era… Anatomía. Por dios, que materia más fea y aburrida, es que estudiar el cuerpo humano es extremadamente asqueroso. Así que con odio fuí al salón 112, que se encontraba en el edificio tres. Yo estaba ahí, pero no  encontraba el aula 112. Busqué y busqué por más de diez minutos, hasta que una chica, de mi misma edad o tal vez un poco más grande, se acercó a mí. 
Tenía el pelo rubio y le caía por la espalda, con un rostro muy bonito, sus ojos verdes enormes haciendo y su tono de piel tostado.
—Hola, ¿estás perdida? —Dijo riendo.
—Si, soy nueva. Y la verdad está escuela es demasiado grande. —Dije mirando a mi alrededor.
—Tranquila, a mí me sucedió exactamente lo mismo en mi primer día de clases, sólo que no tenía mi horario y me equivoqué de clase. —Las dos reímos. — ¿Cómo te llamas?
—Romance. ¿Tú?
—Que nombre más extraño. —Dijo ella, mirándome.
—Si, es de origen frances e idioma inglés.
—Lindo. Yo me llamo Christina.—Contestó sonriendo. — Y dime, ¿qué clase tienes?
—Anatomía, en el salón 112
—Yo te llevo, es de donde vengo, solo que necesito buscar unas láminas que me pidió el profesor.
—De acuerdo, yo te espero así…
—Te llevo. —Contestó riendo para luego, retirarse hacia el pasillo de la derecha.
Minutos después Christina volvió, con unos rollos de papel algo largos. Me llevó hasta en salón, que quedaba subiendo la escalera a la derecha. Entramos al aula, y como era obvio, más de veinte ojos se posaron en nosotras dos.
—Disculpe la demora, pero me encontré a la nueva estudiante.
—Llega tarde señorita…
—Romance… Romance Romero. —Contesté con nerviosismo
— La clase comenzó hace veinte minutos. —Dijo el profesor algo molesto.
—Lo siento, es que me perdí y Christina me dijo donde estaba el salón.
—De acuerdo, pase. Siéntese donde quiera y preste atención a la clase. Bienvenida.
—Gracias.
Después de la clase de anatomía, tenía la de español. Para ser sincera, ese idoma era demaciado facil para mi, ya que lo hablo desde que soy chica, porque mi padre me habló siempre en español. Elegí esa clase como un descanso, así tengo menos que estudiar al principio, y más tiempo para mi y mi patética vida, o tal vez ser social y conseguir nuevos amigos. Mientras pensaba todas estas cosas, llegué a mi clase. La señora Keila Clark era muy simpática, siempre usaba frases graciosas en español, y nos decía insultos, nada mal hablado ni nada por el esilo, era solo para ver si nosotros entendiamos que nos estaba hablando o le mentíamos. Si reaccionábamos era porque habíamos entendido, si no… Era pura actuación.
— ¿Esto es...? —Pregunté
—Sus uniformes. —Contestó mi madre, yo la miré enojada, para luego ver el de Román, su uniforme  era una camisa blanca, un pantalón azul marino, uno gris, un saco azul y zapatos negros.
—Son horrorosos, mamá.
—Romance, no hables así. Son preciosos. —Dijo mi madre, extendiendo la camisa en mi cuerpo, para ver como me quedaba.
—Yo no me voy a poner eso. — Dije sacándomela de encima.
—Claro que sí, es el uniforme de su nueva escuela. Así que no quiero ninguna queja ni nada por el estilo ¿Entendido?
Yo salí del living y me fuí a mi cuarto, además de que me mudaba, abandonaba mi vida, y todo... ¿Tenía que vestirme como tarada? No lo puedo creer, es lo más horroroso que pudieron inventar en la vida ¿Pero qué hago? Si me niego, Amalia va a insistir tanto, que seguro le voy a terminar diciendo que si, para que no me castigue como lo hace siempre. Así que... ¿De que vale negarme? Cuando la guerra ya está ganada por mi orgullosa madre. Cada minuto que paso acá, quisiera estar en Las Vegas, jugando al póker con Alex, y apostando nuestro dinero, y siempre la ganadora era yo, pobre chico, en cinco años que venimos jugando nunca se dio cuenta que le hago trampa. El día que se entere, le voy a estar debiendo mucho dinero.
Me acosté en mi cama, y cerré los ojos. No tenía ganas de pensar en lo que me esperaba mañana. Conocer gente nueva, que de seguro ya todos tienen su grupo de amigos, y no van a querer estar con la nueva, el bicho raro. Pero tenía que ser fuerte, ¿en que debo pensar? que solo son dos años, y que después de esto, me voy a ir a estudiar a la universidad de Santa Bárbara, dónde estudio mi padre.
Se escuchó a lo lejos, como se rompía un vidrio. Mamá ya debe estar guardando los vasos y platos. Me di cuenta  que estar acostada, no me estaba ayudando, todo lo contrario, el no hacer nada hacía que mi mente piense mucho más de lo que quería pensar.
Saqué de mi mesita de luz, el pequeño bolso de manualidades. Mi gran pasión era dibujar, el arte era algo fundamental de mi vida, era un líquido que me corría por las venas.Tomé un lápiz negro y comencé a dibujar, un paisaje de noche, con la luna detrás de unos árboles, lo único claro, eran los puntos de luz de las estrellas. Todo el dibujo, estaba en tonalidades oscuras, y yo creo que los colores reflejan el estado de ánimo, y el mío era pésimo.
Después de dos horas, de borrar y dibujar el paisaje, lo dejé sobre la mesa de luz, y me acosté de nuevo en la cama. Los párpados me pesaban y los fui cerrando lentamente hasta quedar dormida.
Una luz brillante, de color rojo pegó en mis ojos, y se fue haciendo másgrande, después pude divisar a Amy, que estaba vestida de bailarina, con las plumas y piedras brillantes en su traje, estaba por preguntarle qué hacia así vestida, pero me di cuenta de que yo también estaba vestida igual. Me pareció algo totalmente raro, que yo esté vestida así y al lado de Amy, las probabilidades de que esto fuera un sueño, eran cada vez más grandes. Sentía que estaba en mi ciudad, mi amada ciudad de Las Vegas, ¿estaba por subir al escenario?. Pero antes de subir al escenario, sentí una mano fría posarse en mi cintura, que me dió vuelta con algo de brusquedad, haciendo que quede pegada al pecho de esa persona. 

Al levantar la cabeza, me encuentro con un muchacho. Sus ojos, de un verde intenso, me cautivaron por completo. Su piel, era de un color marfil, más blanco que la nieve. Y su boca, era recta, se abrió para decir unas palabras, pero no dijo nada, lo único que se hizó fue a besarme, de una manera extraña y a la vez apasionante. Besarme con ese completo desconocido, sea o no un sueño, era algo extremadamente raro. Mi imaginación no es tan grande, como para crear a una persona tan hermosa. Con su cuerpo tallado por los dioses griegos. Su boca se separó de mi boca, y se dirigió a mi clavícula, mi piel se erizó ante el frío contacto de su piel contra la mía. Sus labios bajaron hasta mi cuello, y en ese momento sentí una punzada muy dolorosa. El muchacho comenzó a hacer unos movimientos extraños, y caí al suelo, con un dolor agonizante.
—Romance, despierta cariño. —Dijo mi madre, moviéndome lentamente.
— Qué... ¿Qué pasó? —Dije sentándome en la cama.
—Te quedaste dormida, cielo.
—Ah... —Las imágenes de mi sueño estaban en mi mente en menos, los brillantes y temibles ojos del muchacho, me erizó la piel.
—Vamos que la cena está servida.
Me paré de la cama, y fui al living, allí estaba mi hermano, ya comiendo. La comida pasó normal, nada más, que yo estaba en silencio. No es que no quería hablar, es que mi cuerpo estaba en la silla, pero mi mente estaba recordando al muchacho de mi sueño, y una pregunta que me pasaba por la cabeza ¿Será real? 

lunes, 24 de octubre de 2011

Uno


Nueva ciudad, nueva casa, nuevos amigos. Nueva vida. Sinceramente este cambio era una de las peores cosas que me habían pasado en la vida. Pero mamá había conseguido trabajo en la empresa automotriz más importante del mundo; Ford. Amalia, mi madre, era diseñadora automotriz, un empleo fascinante para mí, cuando traía sus bocetos o me pedía consejos de cómo creía yo, al auto perfecto. Pero cuando me enteré que su nuevo empleo quedaba al otro lado del país, fue espantoso.
Había dejado la amada ciudad de Las Vegas, por esto. Donde el sexo, drogas, juego y alcohol rondaban por cada lado del lugar. Sinceramente las luces, los lugareños, los turistas, apostadores y demás era algo que me encantaba, no es que crea que las adicciones sean buenas ni nada por el estilo. Pero amaba los casinos, hasta había conseguido trabajo en uno, con tan solo dieciséis años. Sé que soy menor de edad, pero cuando tu mejor amigo es el hijo del dueño del establecimiento, todo puede pasar.
Ganaba trecientos dólares por cada fin de semana, y cuando iba a arreglar las mesas de juego, después de la escuela, me daban cien dólares. Esa era mi única entrada de dinero.
Estaba triste por haber dejado a mis amigos. Alexander Urich, era el que me había conseguido el trabajo en el casino: As. Alex era una persona increíble, mi mejor amigo desde que tengo cuatro años, cuando nos conocimos en el jardín de niños. Él es ese ser, que siento que haga lo que haga, jamás me va a juzgar, y que va a entender, comprender y apoyar cualquier decisión que yo tome. Posee el cabello amarillo, cortado muy moderno y varonil, tiene unas facciones muy marcadas, sus ojos son grises, y unas cejas no muy pobladas. Su nariz es recta acompañada con unos pómulos algo sobresalientes. Su físico es, ¿cómo decirlo? ¿Su vida? ese chico vive en el gimnasio. No pasa un día en el que no valla, y hace de todo para conservar esa figura tan impresionante que tiene. En la escuela, es el chico más deseado de todos. Después de él, mi otra y única mejor amiga, Amy Fleming, ella era la chica más introvertida y dulce del mundo. Amy nunca hablaba con nadie, a excepción de Alex y yo, ella siempre estaba para mí, para todas mis locuras y absolutamente para cualquier cosa que yo quiera hacer. Poseía la piel cafe, con un cabello pelirojo, casi naranja, cayéndole en cascada en capas, y los ojos verdes, siempre delineados de negro. Sus dientes, blancos como la nievel. Una nariz respingada y unas pestañas extremadamente largas, y arriba de estas, unas cejas gruesas. Su cuerpo era menudo, y muy delgado. 
Y ahora, yéndome de Nevada, perdí a mis dos mejores amigos, para siempre. Y no solo los perdí a ellos, si no que también dejé a mi padre. Aunque con él no tenga una conversación que dure más de cinco minutos, los momentos que pasamos juntos son sensacionales. Compartimos muchos intereses, tanto culturales como en el arte y la música. Alejandro, así se llama. Es descendiente de mejicanos, y el nombre se lo eligió mi abuela, la que no veo hace muchos años debido a que vive en Puebla, Mejico.
Pero ahora, con mi nostalgia y melancolía, me encontraba en el asiento trasero de un Alfa Romeo, color plateado, y a mi lado, mi pequeño hermano de tan solo siete años, Román, durmiendo como un tronco. Sus facciones eran de un pequeño ángel, eso sí, si se despierta se convierte en el mismísimo Satán. Su cabello es castaño oscuro, al igual que sus ojos, para su edad es demasiado alto y grandote. Toda la familia dice que tiene que ser jugador de football americano. 
Mi madre había parado a descansar hace tres horas en Sioux City. Estaba cansada de viajar, me dolían todos los huesos y articulaciones. 
Después de estar escuchando música un rato, pude divisar a los lejos, como se empezaban a observar edificios. 
—Romance, llegamos a Chicago. —Musitó mi madre, con una alegría palpable en la voz.
Yo me quedé callada, porque tiendo a ser... Grosera cuando hablo de algo que no me gusta, y sólo me pasa con ella. No quería arruinar esa felicidad que tenía, con algún comentario mio
Pasó como media hora, y pude ver la hermosa ciudad frente a mis ojos, debo admitirlo, era muy preciosa, con una arquitectura modera y glamorosa, pero nada que ver, con el amor que siento por Las Vegas. Mi madre estacionó frente a un edificio, y era muy distinto a todos los demás dado que estaba diseñado como eran las casas coloniales españolas.
Bajamos del auto, y desperté a Román. Él se quejó, como siempre, pero al saber que habíamos llegado a nuestro destino, decidió salir. Sacamos nuestras maletas, y con ayuda de un muchacho del edificio, llegamos a nuestro piso.
La “casa” era muy moderna. Al entrar había un hall con un perchero, un bote para paraguas, una mesita pequeña y un armario diminuto. Las paredes eran de color blanco y los pisos de madera. Al llegar al living, se podía ver una televisión de plasma, colgada, frente a un sofá de color negro, y dos sillones pequeños a los costados. En una de las arcadas de living, daba a la cocina, esta estaba muy bien equipada y era muy lujosa. Lo más importante era mi cuarto, había tres. El mío era el del lado oeste, y el otro era de Román, atrás de ese, el de Amalia.
Ingresé a mi cuarto y las cosas ya estaban como antes, nada más que era muchísimo más espacioso que mi cuarto anterior. 

Un cama de dos plazas, cubierto de una colcha roja, con almohadones de corazón, era lo primero que me llamó la atención, y lo que hice, fue arrojarme a la cama. Desde allí vi mi escritorio, con una lámpara y la computadora, el ropero contra la pared donde estaba la puerta, y frente a la cama, la televisión.
Estaba muy feliz con mi cuarto, pero esto no iba a cambiar, mi tristeza por la mudanza.
— ¡Chicos, vengan! —Gritó mi madre, y yo muy a mi pesar, me levanté de la cama.
— ¿Qué pasa? —Pregunté de muy mala gana.
—Ro, tranquilizate. —Me dijo mi hermano, con burla.
—Cállate, niño.
—Bueno, basta. Les quería dar esto. —Musitó mi madre, dándonos a Román y a mí, una bolsa. Yo la abrí pensando que me encontria con algún regalo, para “compensar” esta tortura, pero no.
— ¿Les gusta? —Indagó mi madre, expectante.
¿Tenía que ser sincera? Dentro de la maldita bolsa, había un uniforme de escuela, eso quería decir que era privada. El uniforme era una pollera escocesa azul, una camisa, una campera de color bordó y una azul, medias blancas y zapatos negros (con tacón por suerte).  ¡Que ridículo!